El pasado sábado 26 de octubre perdía la vida en la carretera el portero del Girona B, Nil Marín. La trágica noticia, que corrió como la pólvora, inundó las redes sociales y durante el fin de semana fueron continuos los homenajes a la figura del joven portero en todo el territorio catalán y en otros lugares donde competían equipos de fútbol catalanes. La gran mayoría de ellos, realizaron un minuto de silencio antes de sus partidos en recuerdo del joven deportista fallecido. Aunque hubo un campo de fútbol, ese espacio que tantas veces vio a Nil reír, llorar, encajar goles y celebrarlos, en el que aun jugando un equipo catalán no se produjo el minuto de silencio. La U.E. Llagostera, equipo también de la provincia de Girona, jugaba su partido correspondiente a la décima jornada de 2ª división B en campo del Olímpic de Xàtiva, por lo que los directivos del equipo de Girona pidieron permiso a su presidente, Alfonso Rus, para que se guardara un minuto de silencio en honor a la figura del jugador del Girona F.C., iniciativa que fue rechazada con un rotundo «Hacedlo en vuestra casa» por parte del Sr. Rus.

Debo ser especialmente maquiavélico, pero la negativa del presidente del Olímpic a tal gesto me parece que tiene una clara connotación política. El desprecio que emana su contestación ante un suceso de este tipo y su condición de dirigente del PP, president de la Diputació de València y alcalde de Xàtiva me sugieren la ligera sospecha de que antes del encuentro Olímpic-Llagostera Nil Marín no fue recordado en silencio por el hecho de ser catalán. Y es que no he podido evitar retrotraerme a esa época en la que aquellos que ganaron la Guerra Civil tenían la rancia costumbre de no dar digna sepultura a muchos de los muertos que por el hecho de ser rojos o separatistas eran indignos de recibir tal honor, algunos de los cuales yacen enterrados desde hace años en cunetas o fosas comunes mientras que sus muertos fueron despedidos con todos los honores de Estado. Es fácil, por tanto, desde esta perspectiva, invocar al olvido y argumentar que la memoria histórica debe ser olvidada y cerrar definitivamente la herida. Pero no se antoja fácil olvidar desde el otro bando, desde el bando de los hijos y los nietos de los que perdieron la guerra y sufrieron en sus carnes no sólo el dolor de las pérdidas sino el dolor por el desprecio a sus seres queridos. Y es mucho más difícil olvidar cuando años después, aquellos que abogan por sanar las heridas y recurrir al olvido y al mutuo perdón siguen teniendo la desfachatez de ningunear y despreciar un pequeño homenaje, como en aquellos tiempos pretéritos, por el hecho de que Nil Marín fuese del bando contrario. Y es que la historia no ha cambiado tanto. Si Nil hubiera sido madrileño, andaluz o gallego hubiese tenido su homenaje en Xàtiva, pero era catalán, y posiblemente estuviera muy orgulloso de serlo, ese fue su único pecado.

Es difícil, muy difícil Sr. Alfonso Rus, olvidar y superar el pasado cuando gente como usted sigue cometiendo los mismos errores que antaño. Es difícil Sr. Rus, muy difícil, no sentirse cada vez más orgulloso de ser catalán teniendo en cuenta los continuos desprecios contra Catalunya, procedentes de gente como usted, que no hacen más que despertar un mayor sentimiento hacia un pueblo y una cultura que empieza a estar cansada de tanto ataque frontal gratuito e injustificado. Nil ya tuvo sus merecidos homenajes en su tierra Sr. Rus, esa tierra que lo vio nacer y de la que él seguramente se sentía orgulloso. Esa tierra, Sr. Alfonso Rus, que ha visto como usted despreciaba a uno de los suyos. Una tierra en la que Nil ya descansa en paz y que nunca podrá olvidar ni cerrar algunas de sus heridas mientras gente como usted  se empeñe en que esas heridas sigan abiertas.